Chile: del estallido social a la ultraderecha en seis años
En tan solo seis años, Chile ha vivido una transformación política que nos interpela profundamente. El país que vio a más de un millón de personas en las calles reclamando dignidad y justicia social en 2019, hoy se encuentra a las puertas de elegir su primer presidente de ultraderecha desde el retorno de la democracia.
Esta realidad nos duele, pero debemos comprenderla para no repetir los errores que nos trajeron hasta aquí.
Cuando la esperanza se transformó en desencanto
El estallido social de octubre de 2019 nació del hartazgo de nuestros pueblos ante la desigualdad estructural. En la Plaza Dignidad, como rebautizamos la Plaza Italia, convergieron las voces de quienes durante décadas habían sido invisibilizados por un modelo que privilegia el lucro sobre la vida digna.
Sin embargo, como señala el analista Giancarlo Visconti, "el estallido envejeció mal". No por las demandas justas que lo motivaron, sino por la incapacidad de las instituciones de canalizar esa energía transformadora hacia cambios concretos.
Los dos procesos constituyentes fracasaron, no por falta de legitimidad democrática, sino por la ausencia de una mediación política efectiva que pudiera articular las diversas aspiraciones populares en un proyecto común.
Las heridas abiertas que alimentan el miedo
La profesora Claudia Heiss de la Universidad de Chile nos recuerda algo fundamental: "Hay una gran mayoría en Chile que considera que el Estado debería llegar más a las personas vulnerables, mejorar la educación, la salud, las pensiones". Las demandas del estallido siguen vivas en el corazón de nuestro pueblo.
Pero el miedo se ha apoderado del debate público. La inseguridad, magnificada por sectores que buscan capitalizar políticamente el dolor de las comunidades, ha desplazado la agenda de transformación social.
Como explica Heiss, "el sentimiento de optimismo sobre la capacidad de cambio fue reemplazado por el temor, la angustia, el miedo, la incertidumbre". Este cambio de clima emocional ha sido hábilmente aprovechado por quienes nunca creyeron en la posibilidad de una sociedad más justa.
El peligro de la ultraderecha
José Antonio Kast representa todo lo que el estallido social vino a cuestionar. Su cercanía con la dictadura de Pinochet, su negativa a reconocer las violaciones a los derechos humanos y su agenda regresiva en temas de género y derechos sociales son una amenaza directa a los avances democráticos.
Su propuesta de "gobierno de emergencia" busca normalizar el autoritarismo como respuesta a problemas complejos que requieren políticas públicas integrales, no mano dura.
Como advierte Visconti, sería "la primera vez desde el retorno a la democracia que se elige a alguien que apoyó la dictadura". Esto nos coloca en territorio desconocido y peligroso para nuestra frágil democracia.
La resistencia desde los territorios
A pesar del panorama adverso, las organizaciones sociales, los movimientos territoriales y las comunidades siguen resistiendo. El 67% de los chilenos, según el PNUD, desea que "las cosas sean de otro modo", lo que demuestra que el espíritu transformador del estallido no ha muerto.
La candidatura de Jeannette Jara, aunque enfrenta el estigma de sectores conservadores, representa la posibilidad de mantener viva la llama de la justicia social y los derechos humanos.
Lecciones para América Latina
Lo que ocurre en Chile no es un fenómeno aislado. En toda nuestra región, los movimientos populares enfrentan la contraofensiva de las élites económicas y políticas que se resisten al cambio.
La experiencia chilena nos enseña que no basta con movilizarse; necesitamos construir poder popular organizado, capaz de disputar la hegemonía cultural y política a largo plazo.
También nos recuerda que los procesos de transformación social son complejos y requieren paciencia, estrategia y unidad entre las fuerzas progresistas.
El camino hacia adelante
Independientemente del resultado electoral, el pueblo chileno y los pueblos latinoamericanos debemos seguir construyendo alternativas desde abajo. La dignidad por la que se luchó en 2019 sigue siendo una demanda vigente.
Como nos enseña la historia de nuestros pueblos, los retrocesos son temporales cuando existe una base social organizada que mantiene viva la esperanza de transformación.
El péndulo político puede acelerar hacia la derecha, pero la historia nos muestra que los pueblos organizados siempre encuentran el camino de vuelta hacia la justicia y la dignidad.