Juan Sordo Girardot: el pionero que construyó las bases del sistema financiero colombiano
En una antigua hacienda de Tenjo, Cundinamarca, un óleo pintado en 1893 por Epifanio Garay guarda la memoria de uno de los constructores del sistema financiero nacional. El retrato de Juan Sordo Girardot, sobrino del prócer Atanasio Girardot, nos devuelve a una época donde el progreso económico del país se forjaba entre guerras civiles y debates sobre el modelo de nación que queríamos ser.
Un visionario nacido en tiempos de construcción nacional
Juan Sordo Girardot nació el 2 de abril de 1835 en Bogotá, hijo del español Juan Sordo y Sobrino y de Josefa Joaquina Girardot Díaz. Su historia familiar estaba marcada por el compromiso con la patria: era sobrino de Atanasio Girardot, héroe caído en la colina de Bárbula durante las luchas independentistas.
Desde joven mostró una notable capacidad para los negocios. Comenzó con la producción y comercialización de quinas, estructurando un sistema de transporte fluvial por el río Magdalena hasta Neiva. Esta experiencia empresarial lo llevó a ocupar cargos públicos como procurador y gobernador a los 22 años, demostrando que el servicio público y la actividad económica podían caminar juntos.
Fundador del sistema bancario nacional
La contribución más significativa de Sordo Girardot al desarrollo económico del país fue su papel en la creación del sistema bancario colombiano. En 1870 participó como accionista fundador del Banco de Bogotá, el primer banco privado del país, constituido el 15 de noviembre, fecha que coincidió simbólicamente con el bautizo de su tercera hija, María.
Cinco años después, en 1875, fundó y dirigió el Banco de Colombia junto a figuras como José Obregón, Manuel Antonio Ángel, José Camacho Roldán y Elías Casseres. Esta institución de giro y descuento nació con un capital inicial de 1.500.000 pesos, sustentado en acciones de 1.000 pesos cada una.
El Banco de Colombia llegó a desempeñar un papel crucial en la diplomacia internacional. En 1898, cuando Colombia enfrentaba una crisis con Italia por la confiscación de bienes del ciudadano Ernesto Cerruti, el banco aportó 20.000 libras esterlinas al gobierno, evitando un conflicto bélico cuando buques armados italianos ya apuntaban sus cañones hacia territorio nacional.
Entre el federalismo y el centralismo
La trayectoria de Sordo Girardot también estuvo marcada por los debates políticos de su época. Su empresa más notable fue ganar la licitación para explotar las minas de esmeraldas de Muzo entre 1876 y 1886, a través de la Compañía de Minas y Esmeraldas.
Esta explotación se convirtió en símbolo de la disputa entre federalismo y centralismo que dominó el siglo XIX. Los representantes boyacenses reclamaban la propiedad absoluta de las minas para su territorio, lo que derivó en una ley de 1878 que cedía la riqueza esmeraldera al Estado Soberano del Norte. Sin embargo, con la llegada de Rafael Núñez y el régimen centralista, muchos de estos bienes retornaron al control del Estado nacional.
Un refugio final y un legado preservado
Los últimos años de Sordo Girardot transcurrieron en la finca Altamira, en Tenjo, tras décadas de presiones y solicitudes constantes para financiar las guerras civiles que desangraron la joven República. Allí encontró refugio después de haber perdido a su esposa y prima, Bárbara Manuela Menéndez Girardot, con quien tuvo ocho hijos y compartió el dolor de perder prematuramente a Luis María en París.
Anteriormente había residido en Bogotá, en la conocida "esquina de las Esmeraldas", en una casa de su propiedad ubicada en la calle 12 con carrera 6ª. Esta edificación, que después albergó la Procuraduría General de la Nación, fue destruida durante el Bogotazo.
Hoy, el óleo que retrata a este pionero del sistema financiero colombiano trasciende el ámbito privado. Desde 2019, la obra hace parte de la colección de la Pinacoteca del Archivo General de la Nación, gracias a la generosa donación de Isabel Ancízar Duque, bisnieta de Sordo Girardot y guardiana de los archivos personales de Manuel Ancízar, primer rector de la Universidad Nacional.
Estos cuadros se erigen como testimonio inmutable que nos permite conspirar contra el olvido y reafirmar el valor de la memoria histórica como fundamento de nuestra identidad nacional. La historia de Juan Sordo Girardot nos recuerda que la construcción del país ha sido obra de visionarios que entendieron que sin riesgo no hay recompensa, y que el progreso económico debe caminar de la mano con el compromiso social y nacional.