Pico y placa en Pereira: cuando la movilidad se encuentra con la justicia ambiental
Este miércoles 17 de diciembre, las calles de Pereira vuelven a ser testigo de una realidad que refleja tanto los desafíos de la movilidad urbana como la búsqueda de alternativas para construir ciudades más respirables. La medida de pico y placa, que hoy restringe la circulación de vehículos con placas terminadas en 4 y 5, y motocicletas cuyas placas inicien con estos mismos dígitos, nos invita a reflexionar sobre el modelo de ciudad que queremos construir.
Desde las 6:00 de la mañana hasta las 8:00 de la noche, miles de familias pereiranas deben reorganizar sus rutinas, buscar alternativas de transporte y, en muchos casos, enfrentar las limitaciones de un sistema de transporte público que aún no responde completamente a las necesidades de las comunidades más vulnerables.
Una medida que toca el bolsillo popular
El calendario semanal establecido para la restricción vehicular distribuye la medida de manera rotativa: lunes para placas terminadas en 0 y 1, martes para 2 y 3, miércoles para 4 y 5, jueves para 6 y 7, y viernes para 8 y 9. Esta organización, aunque busca la equidad en la aplicación de la norma, genera impactos diferenciados en las familias trabajadoras que dependen de sus vehículos para el sustento diario.
Para las motocicletas, ese medio de transporte tan arraigado en la cultura popular de Risaralda, la restricción opera bajo el mismo esquema pero considerando los dígitos iniciales de la placa. Esta diferenciación reconoce implícitamente la realidad social de un territorio donde la moto no es solo un vehículo, sino una herramienta de trabajo y supervivencia para miles de familias.
Excepciones que revelan prioridades
Las vías eximidas de la medida cuentan una historia particular sobre las prioridades urbanas. Las Autopistas del Café, la Ruta Condina, el desvío La Romelia-El Pollo, el camino El Tigre-Cerritos, la Ruta Marsella-Turín y el cruce de la Glorieta San Joaquín hacia Alcalá mantienen su flujo vehicular normal, garantizando la conectividad metropolitana y el acceso a municipios vecinos.
Estas excepciones, aunque necesarias para la funcionalidad regional, también nos recuerdan que la movilidad sigue siendo un derecho desigual, donde las grandes arterias económicas mantienen su dinamismo mientras los barrios populares deben adaptarse a las restricciones.
Más allá de las multas, una oportunidad de transformación
Las sanciones económicas por incumplir la medida representan una carga adicional para las familias trabajadoras, pero también abren la puerta a una conversación más profunda sobre el modelo de movilidad que necesita Pereira. La efectividad de la norma no debería medirse únicamente en términos punitivos, sino en su capacidad para generar alternativas reales de transporte que respondan a las necesidades de toda la ciudadanía.
La reducción de la contaminación ambiental y la descongestión del tráfico son objetivos loables que requieren del compromiso colectivo, pero también de políticas públicas que garanticen que ninguna familia quede excluida del derecho a la movilidad digna.
En este contexto, el pico y placa se convierte en más que una medida administrativa: es una oportunidad para repensar Pereira como una ciudad inclusiva, sostenible y comprometida con el bienestar de todas sus comunidades.